La Inocencia Erótica

Hay una sombra pesada que muchas llevamos encima y que pocas veces nos animamos a nombrar. Se esconde en una mirada esquiva, en un pensamiento rápido que juzga negativamente, en un gesto que desvaloriza y desmerece (incluso sin quererlo)…sobre todo cuando vemos a otra mujer expresando su sensualidad, su libertad, su cuerpo sin pudor.

Nos enseñaron a desconfiar de lo que no nos permitimos sentir. Y una de las temáticas más delicadas y silenciadas donde esto se manifiesta, es en lo que me gusta llamar LA INOCENCIA ERÓTICA. 

No hablo de la sexualidad exagerada de performance o “vendida” para gustar, para agradar, para seducir al otro desde afuera. Hablo de esa chispa viva, interna, que se siente en la piel cuando una se habita desde adentro. Esa energía juguetona, curiosa, sensual, que se activa cuando estamos conectadas con el cuerpo.
El GOCE de saberse viva, sin culpa, sin esconderse.
Ese erotismo, así de auténtico, incomoda a un sistema que se sostiene sobre la vergüenza y el control.

Y entonces, ¿qué pasa cuando vemos a una mujer libre, encarnada, poderosa en su deseo, en su luz?

Si no hicimos las paces con esa parte nuestra, es probable que nos cruce un pensamiento duro: “se muestra demasiado”, “está buscando atención”, “no es auténtica”, “usa su cuerpo de forma vulgar”…

Pero ese juicio negativo no es más que una proyección, un reflejo que nos muestra lo que todavía no abrazamos en nosotras.

Y lo más triste es que ese juicio no nos cuida.
Nos separa:
De otras mujeres.
De nuestro propio placer.
De la posibilidad de estar completas, sin censuras.

Porque cuando juzgamos a otra por su forma de vivir su erotismo, estamos repitiendo una historia muy vieja: que tenemos que competir, que solo hay un tipo de mujer buena, válida o merecedora de amor. Que la fuerza de una, amenaza a la otra. Que no hay lugar para todas. Que ES UN PECADO.

Y esta última, a veces caló TAN hondo, que muchas mujeres viven una vida entera sin tener idea de cómo se siente el erotismo atravesando su cuerpo. Yo estuve ahí, AÑOS.  Y me acorralé lo suficiente como para que me sea imposible dejar de esquivar este temón.

Tuve que mirar. Sentir. Ver las murallas que tenía construidas que me impedían entregarme a este fuego. Uffff!!! Lo juzgaba TANTO! Me daba miedo, terror, pánico. Muchas veces llegaba hasta el borde y solo podía llorar sintiendo el dolor de la vergüenza, la culpa que me generaba, el torbellino de pensamientos. Habiendo atravesado experiencias de abuso sexual infantil, también había mucho congelamiento en mi cuerpo. Simplemente no podía.

  • Porque comprendí el caudal de vitalidad que yace en esta energía sexual-erótica,
  • porque comprendí que estaba evitando SENTIRME 100% VIVA,
  • porque vi el dolor de la represión, las defensas, el trauma congelado, la herencia de creencias limitantes que ya no quería sostener,
  • y porque vi otras mujeres disfrutando de su sexualidad: ELEGÍ CREER QUE YO TAMBIÉN PODÍA, me entregué y CONFIÉ

En otra nota puedo ahondar en todo lo que fui haciendo, viviendo. Años de habilitarme y dedicarme a generar ese vínculo conmigo, pasito a pasito, a veces suave y otras no tan suavecito. Por ahora solo decir que el Tantra me salvó bastante las papas y me acompañó muchísimo.

En el camino descubrí que la energía erótica, la verdadera—la que nace de Eros como fuerza vital—no es una moneda limitada. Es abundante, creadora, sagrada. Y que esta energía fogosa, está ahí, DISPONIBLE para tod@s los que deseen nutrirse.

Por eso me resulta extremadamente valioso traer esto HOY, que te animes a ver estos pequeños gestos, decodificarlos, cuestionar qué se esconde detrás…

Y cada vez que sentimos esa incomodidad, ese gesto interno que quiere descalificar, podemos hacer algo distinto:
Pausar. Respirar. Preguntarnos:
– ¿Qué parte mía quiere también sentirse así de libre?
– ¿Qué parte desea esa entrega, ese fuego, ese permiso?

Porque el camino no es negar el prejuicio negativo, sino escucharlo, como se escucha a una niña asustada. Seguir el hilo de ese malestar hasta las historias que heredamos, las normas que aprendimos, las veces que nos apagamos para encajar.

Y después, desde ese duelo suave, elegir algo distinto.
Elegir abrir espacio para las que se muestran.
Para inspirarnos con este fuego en lugar de tenerle miedo.
Para pararnos juntas en una habitación llena de mujeres sensuales, conscientes y vivas… Y SENTIRNOS MÁS CERCA, no más solas.

Porque esto también es real: LA LIBERTAD DE UNA MUJER POTENCIA LA DE TODAS. Como escribí antes, a mí me sirvió mucho conocer mujeres así: libres, valientes, poderosas, sensuales, eróticas, plantadas, sensibles y decir “WOW esto existe, esto se puede, y qué ganas de yo también poder!!” 

Creo profundamente que recuperar nuestra sensualidad es un acto de amor propio, pero también colectivo. Que nombrar esto, ponerlo sobre la mesa entre mujeres, nos libera. Nos hermana.

Yo quiero hablar de esto. Todos los espacios que creo y ofrezco son para que podamos contar lo que nos pasa con estos temas, sin vergüenza. Sin miedo a decir: a veces me incomoda lo que veo, pero también me atrae, me despierta, me interpela.

¿Y vos? ¿Querés hablar de esto también? Estoy para escucharte. 

Con amor,

Maite.