Creo que tod@s estaríamos de acuerdo en esta afirmación: vivimos acelerad@s, por dentro y por fuera. Vamos de una cosa a la otra sin habitar del todo ninguna. Nos movemos por inercia, por demanda, por costumbre, por miedo. Y muchas veces, ni siquiera somos conscientes de todo lo que nos estamos perdiendo en ese ritmo que no registra.
¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando todo va tan rápido? ¿Cómo se siente estar constantemente empujad@ y exigid@ por el tiempo, por las expectativas, por los compromisos, por lo que “hay que hacer”?
Para tocar este tema, me gusta que visualicemos junt@s esta escena: cómo sería subirte a un auto en el que el conductor arranque sin siquiera esperar a que termines de cerrar la puerta y ponerte el cinturón de seguridad. Que en 5 segundos ya esté yendo a 160 km y que cuando te bajes, te pregunte: “¿Y? ¿te gustó el paisaje? ¿disfrutaste el viaje?”.
Creo que en un 98% de las veces, la respuesta es: “y… la verdad es que NO”. Porque estabas agarrad@ al cinturón, no tuviste ni un segundo para poder ver por la ventana, ni siquiera para registrar qué camino hicieron. Así vive muchas veces nuestro cuerpo: sobreviviendo a la cotidianeidad y a la aceleración que produce nuestra ansiedad.
En medio de esa vorágine, el Tantra aparece como un susurro, una caricia, una halo de luz suave y agradable. Es una filosofía, una cosmovisión milenaria que tiene un mensaje completamente valioso en nuestra modernidad, nos recuerda que el presente es sagrado, que el cuerpo es un templo y que para sentir, hay que estar. Y que para estar, hay que encontrar el ritmo propio en el que podamos sostener nuestra presencia. Y eso no viene en ningún manual, es un descubrimiento.
El Tantra no es una técnica que sirve para tener una vida sexual hiperactiva, ni para tener los mejores org^smos del planeta (aunque eso sea por lo cual más se popularizó). Es un camino espiritual que honra la vida encarnada. Que nos invita a experimentar todo lo que sucede, sin dividir entre lo espiritual y lo material, sin negar lo difícil ni romantizar lo fácil. Es un camino de PRESENCIA RADICAL.
Y aquí quiero aclarar algo importante: no es que la aceleración sea mala, que ir rápido “esté mal”, porque el Tantra no condena NADA. Mas sí es cierto que estamos conviviendo con un tempo SUPER veloz, y que si hubiera que generalizar, estoy convencida que lo que necesitamos poner en práctica para recuperar nuestra capacidad de estar presentes, es ir más lento, no más rápido.
Ahora, ir más lento no es simplemente bajar la velocidad… Es un gesto interno. Una forma de relacionarnos con el tiempo en donde hay espacio disponible para que mi deseo, mi escucha, “eso” que se despierta cuando estoy haciendo x cosa (pensamientos, emociones, sensaciones) pueda surgir y yo pueda registrarlo. Es decir: que yo pueda ESTAR, en lo que sea que esté, enteramente: con mi cuerpo físico, emocional, mental y espiritual DISPONIBLE. Si cuando lo leíste, te pareció un trabalenguas, te invito a volver a leerlo, esta vez: MÁS LENTO 😉
Es una elección que sin duda, transforma la calidad de nuestras experiencias.
Cuando vamos más lento, aparecen preguntas:
- “¿Qué estoy sintiendo ahora?”
- “¿Qué necesita mi cuerpo?”
- “¿Estoy presente o estoy reaccionando en automático?”
- “¿Quiero hacer esto? ¿Cómo quiero hacerlo?“
El Tantra nos recuerda que no hay cuerpo disponible sin tiempo disponible. Que si no creamos espacio para sentir, no vamos a poder escuchar. Que si no habitamos nuestro ritmo, vamos a vivir corriendo atrás de formas de vivir que no nos pertenecen. Que no nos representan. Que no nos harán sentir internamente satisfechos, a gusto.
La práctica de IR MÁS LENTRO puede ser una gran clave para cuando queremos entrenar nuestra cualidad de registro y escucha interna. Es el camino para re-conectarnos con nuestra sensibilidad. Para salir del control y entrar en la experiencia. Para dejar de exigirle al cuerpo que corra a la par de una mente apurada, y empezar a habitar el tiempo real del corazón, del vientre, del pulso.
Y recordá: no se trata de volverte lent@ SIEMPRE. Se trata de encontrar TU propio ritmo. De respetarlo. Y de volver a él cada vez que lo olvides.
Cuando vivis respetando tus tiempos, la vida se vuelve más rica, más llena, más colorida, más contundente, más sentida. Y aunque suene crudo, la verdad es que por lo menos a mí, me gustaría que la muerte me llegue así, estando muy viva y en paz.
Todas las experiencias terapéuticas que ofrezco sirven para esto. Especialmente el programa “Iniciación al Vínculo conmigo” que contiene 4 niveles: 4 pasos para recuperar el vínculo con vos, 4 prácticas tántricas para encontrar tu ritmo. Cualquier duda o consulta que tengas, estoy disponible para que me contactes!
Estoy disfrutando mucho de escribir, GRACIAS por llegar hasta acá!
Con amor,
Maite.